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domingo, 13 de septiembre de 2015

Cuando la vida no se va y se cumplen 104 años

La primera de las entradas de este blog, hace ya dos años, recogía un relato llamado Espérame en el cielo, que había sido finalista en el Rendibú 2013.



Mi tía con 102 años

Mi abuela Pepica y mis tías Mercedes, Paca y Encarnación con su madre. Primeros años 20

Entrelazaba más verdades que mentiras de la biografía de Julia Rico Amorós. Mi tía Julia (conocida por Paca, en memoria de una hermana), aún viuda de guerra, hermana de mi abuela, una de esas personas a las que la vida concede arrastrar su memoria y su lucidez desde su nacimiento, en septiembre de 1911 hasta la semana pasada en que hablamos con ella para felicitarla por sus 104 años. Nació meses antes del hundimiento del Titanic, el mismo año que personajes como Tennessee Williams, Paulette Godard, Georges Pompidou, Cantinflas o Ginger Rogers y contemporánea de las dos Guerras Mundiales y de la Guerra Civil.
Julia Rico y Fernando Monzó, 1936


Nicandro Monzó
Julia Rico


Pinoso, 1967. Mi tía Paca, junto a la novia.


La recuerdo muchas veces porque la quiero. Pero sobre todo siempre que se habla de la ley de la memoria histórica. 
Se casó en el Ayuntamiento de Pinoso, en una ceremonia civil, durante la Segunda República con Nicandro Monzó, que se alistó voluntario en el ejercito republicano y desapareció en Andalucia, sin que nadie nunca diera cuenta de él. Debe descansar en alguna cuneta o fosa común. Dios sabrá dónde. Y como la mayoría, su mujer y su hijo Fernando (a quien pusieron ese nombre como homenaje al dirigente socialista Fernando de los Ríos) vivieron la penuria, la miseria y la tristeza de una posguerra infame sin derechos ni disculpas.

A ellos, siempre en mi memoria. Por esos 104 lúcidos años de camino. A ellos, porque no quiero olvidarlos. ¿Cómo voy a olvidarlos?






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